viernes, 13 de diciembre de 2013

Opinión, 13 de Diciembre, 2013



“Viértase en una licuadora...

A Pemex no le falta dinero, como se repite. Lo gasta mal.

Nuestro actual Congreso tiene una infalible receta para legislar. Tomar un poco del PAN y del PRD, un pedazo del PRI y una pizca del Verde, para luego mezclarlo en una licuadora. Así han salido todo tipo de menjurjes llenos de contradicciones, como la Reforma de Telecomunicaciones o la Electoral.

Sería una traición a la patria quedarnos con un marco constitucional hecho para las necesidades de los años treinta y cincuenta del siglo pasado, cuando teníamos una economía cerrada y un sistema político autoritario.

No es cuestión de aventarle más recursos a Pemex o darle autonomía para que los desperdicie peor.

La paradoja es que, en procesos de apertura como los de Colombia y Brasil, la empresa del Estado crece y mejora después de las reformas y sigue siendo por mucho la más grande en su país, sólo que ya no es la única.

A quienes les importe el futuro del país, AHORA se trata de presionar para que esta compleja reforma sea adecuadamente aterrizada por un gobierno que ha mostrado en este año una gran capacidad de reforma, PERO una menor capacidad de administración”

Carlos Elizondo



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Maquiavelo, el misterio de la claridad

Hace 500 años apareció ‘El príncipe’, que alguna vez ha sido considerado el origen doctrinal de las tiranías modernas.

Pero lo que quiso su autor fue conocer “la verdad efectiva” del poder
Y no dar una visión idealizada

Hace hoy quinientos años, Nicolás Maquiavelo anunciaba a su amigo Francesco Vettori haber redactado “un opúsculo”, De principatibus, donde profundiza cuanto puede en “las reflexiones sobre esta cuestión, discutiendo en él qué es principado, de qué especie son, como se adquieren, como se conservan, porqué se pierden”.

El marco histórico italiano favorecía la preocupación por el tema, con una sucesión de interminables conflictos por el poder, agudizados a partir de la entrada en la península de Carlos VIII de Francia.

Conquistas pasajeras, alianzas variables, deposiciones y asesinatos políticos componían un cuadro de constantes mutaciones en el cual destacaba la figura de Cesar Borgia.

Había sido este capaz de imponerse por un tiempo como “príncipe nuevo” en ese juego de múltiples contendientes y suma cero, sobre el cual incidían además otros dos poderosos jugadores, Francia y España.

Al clima de permanente inseguridad se sumaba la circunstancia individual de Maquiavelo, que había sido encarcelado tras la caída de la República de Florencia en 1512 y hallándose, en sus propias palabras, al borde de la pobreza.

Con su obra esperaba la protección de los Medici, vueltos al poder.

Como repetidamente se ha escrito, la descarnada exposición de la lógica de lucha por el poder en El príncipe, alejada de todo condicionamiento moral y religioso, convirtió al libro en manual para un posible ejercicio del poder violento e inmoral.

No en vano es interminable la lista de sus discípulos, desde Napoleón a Mussolini, sin olvidar al dictador congolés Mobutu.

Sobre la base de una concepción pesimista de la naturaleza humana, y utilizando un método experimental y racionalista, Maquiavelo fue a parar a “la exaltación de la voluntad humana y de los valores de la acción”.

Los grandes dictadores del siglo XX estarían ahí prefigurados.

 Los hombres son desleales e inclinados al mal, y los gobernantes no pueden ignorarlo

Sería absurdo ver en Maquiavelo solo una fuente de perversiones políticas por atenerse a “la verdad efectiva".

Otra cosa es reconocer la existencia de legados opuestos atendiendo a las dos vertientes principales de su pensamiento, la que utilizarán los tiranos y la republicana.

Y no son las únicas.

Ahí está la reivindicación del amor y del humor en su comedia La mandrágora,

“Porque la vida es breve, y muchas son las penas que viviendo y esforzándose cada uno soporta”

Parafraseando a Montesquieu, son dos tipos de gobierno y si en los principados el principio del gobierno es la virtud del príncipe, en las repúblicas lo sería el patriotismo:

“La entrega a la patria es el mayor honor para un hombre”.

Y ello requiere en el orden económico la igualdad, en tanto que la desigualdad resulta incompatible con las repúblicas y es la base del principado.


Antonio Elorza
Catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid.


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Esta Opinión contiene notas publicadas en los principales medios nacionales e internacionales, de las cuales son responsables únicamente los autores

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